1 > Multideporte
La actividad física es imprescindible en todas las etapas del ser humano, pero, especialmente, durante la infancia. Numerosos estudios han demostrado que muchos de los factores de riesgo para enfermedades crónicas y cardiovasculares se encuentran ya durante la infancia (Palou, Ponseti, Gili, Antoni y Vidal, 2005; Moral y Grao, 2011; Márquez, Rodríguez y de Abajo, 2006; Díaz y Sierra, 2009; Jiménez, Martínez, Miró, y sánchez, 2008; Jiménez, 2014; Luquin, Frideres, y Andrés, 2009). Además, la práctica deportiva tiene consecuencias en el desarrollo psicomotriz, social y personal del alumno (Le Boulch, 1991). Por ello, es de suma importancia inculcar unos hábitos de actividad física y de vida saludable desde estas primeras etapas, también conocidas como “edad escolar” para, así, sentar las bases de una buena salud durante toda la vida (Jiménez, 2014; Burrows, 2000).
Se denomina deporte o actividad física en edad escolar a todas aquellas actividades que se desarrollan en los centros educativos, clubes, asociaciones, etc. fuera del programa de la asignatura de Educación Física, y en las que participan estudiantes en edad escolar (Consejo Superior de Deportes, 2014). Así, se concluye que la educación física no es solo una asignatura del ámbito educativo, sino todo aquello que tiene que ver con educar en lo físico y desde lo físico, dentro y fuera del colegio.
Así, numerosos estudios sugieren que, en esta edad, sólo se debe plantear un entrenamiento básico y multilateral, que desarrolle una base motriz variada y amplia, y que favorezca la formación de un buen esquema motor, teniendo en cuenta que cada niño tiene una diferente velocidad de aprendizaje.
En este sentido, como explica Casimiro (2010), no se le pueden aplicar a alumnos en edad escolar los métodos de enseñanza-aprendizaje de un adulto, ni se le pueden realizar los mismos entrenamientos adaptados, disminuyendo simplemente la carga, debido a sus diferencias funcionales.
Por un lado, el metabolismo basal relativo (gasto energético en reposo en función de su peso corporal) de un niño es de un 20% a un 30% superior al de un adulto (Weineck, 1988) y este gasto se incrementa notablemente al realizar actividad física. Y, por otro lado, la inmadurez de sus órganos requiere un mayor consumo energético para su funcionamiento. Esto conduce, inevitablemente, a la necesidad de disponer de tiempos de recuperación post-esfuerzo más prolongados que un adulto.
Para ello, los autores plantean que lo ideal es comenzar con una práctica multideportiva en la que los alumnos experimenten una formación global y polifacética, ya que supone un proceso pedagógico que tendrá consecuencias a nivel de competencia motriz; comienza a formar la relación del alumno con la práctica deportiva (con la consecuente influencia en la adherencia a la práctica); y determina la motivación que desarrolla el alumno hacia la práctica de actividad física (Casimiro, 2010; Conde, Vera, Castillo, Giménez, 2010; Uribe, 2010; González, García, Contreras y Sánchez-Mora, 2009; Hahn, 1988). Sin embargo, y a pesar de la evidencia, suele ocurrir una especialización temprana que puede resultar perjudicial en algunos aspectos del desarrollo del alumno.
Galilea, Estruch y Galilea (1986) consideraban esta especialización precoz negativa debido a la limitación de opciones que conlleva y a la orientación al rendimiento en la que esto desemboca. Blázquez (1995) clasifica las posibles consecuencias negativas de la especialización precoz en:
Riesgos psicológicos – Problemas de estrés, baja autoestima, burnout, sentimiento de fracaso, etc.
Riesgos motrices – Falta de base motriz, lo que crea una pobreza a nivel general.
Adicionalmente, la práctica deportiva lleva asociada una formación en valores que forma la personalidad del alumno y que depende, como explica Seirulo (1992), de las condiciones en las que se desarrolla esta práctica deportiva, otorgando así gran importancia a la propia intervención didáctica del técnico deportivo.
Es por esto que el técnico deportivo que está en contacto con los niños y niñas en edad escolar debe planificar la acción educativo-deportiva, trabajar el desarrollo integral del niño, educar en el juego limpio y valores, promover hábitos para un estilo de vida saludable, e informar a los padres/madres del proceso formativo deportivo de sus hijos (Arufe-Giráldez, Barcala-Furelos, Mateos-Padomo, 2017).
De este modo, se pone de manifiesto la necesidad de proporcionar a los monitores unas pautas sobre las que trabajar para garantizar la seguridad y adaptación de las sesiones de multideporte.
1 .1 - Fundamentación Teórica
El Multideporte es una actividad concebida como la práctica de múltiples deportes. Siempre desde una perspectiva pre-deportiva, haciendo hincapié en el carácter lúdico de las tareas y ejercicios realizados. Las principales finalidades de esta actividad son la adquisición de habilidades motrices, el trabajo del esquema corporal, la coordinación, el trabajo de la lateralidad y, de manera general, el trabajo, aprendizaje y desarrollo de hábitos de vida saludable. Suele llevarse a cabo con alumnos en edad escolar, que van desarrollando, a una gran velocidad, y de manera progresiva, las habilidades motrices que sustentarán las acciones de la vida diaria. Por tanto, su adecuada adaptación a las características y particularidades propias de cada etapa del desarrollo es vital para su correcta puesta en marcha. Ya que, como se explicará más adelante, la iniciación deportiva sentará las bases de la actividad física que realizará una persona a lo largo de toda su vida.
A continuación, se presentará la necesidad de trabajar el desarrollo motriz de los niños desde una perspectiva multideportiva en las diferentes etapas de la infancia, dando lugar, así, a la necesidad de que exista material didáctico específico para este campo. Tanto el desarrollo motriz como el desarrollo cognitivo de una persona responden a una periodización más o menos común a todos los seres humanos. Por un lado, a nivel cognitivo, existen numerosas teorías que tratan de explicar el desarrollo cognitivo del niño. La teoría más extendida a este respecto es la desarrollada por Piaget (1936), que planteaba la existencia de cuatro etapas de desarrollo, que comprenden desde el nacimiento hasta la adolescencia.
Estas etapas son:
Esta etapa finaliza en torno a los dos años y se caracteriza por la actividad refleja, la repetición de movimientos, la ejecución de acciones intencionales para lograr un objetivo, la solución de problemas a través del ensayo-error y los primeros intentos de comunicación oral.
Comprende el rango de edad entre los dos y los siete años y las características propias de esta etapa son el pensamiento egocéntrico, un pensamiento lógico poco desarrollado, el uso de símbolos y el uso del lenguaje y la imaginación.
Etapa que abarca desde los siete años hasta los once y que se caracteriza por la diferenciación entre el mundo real y la fantasía, la capacidad para clasificar objetos y establecer jerarquías y el uso del pensamiento lógico para comprender la realidad.
Esta etapa comienza en torno a los once años y finaliza a los quince. Sus características principales son el interés en generar nuevos vínculos sociales, el uso del pensamiento hipotético-deductivo, la continuación del pensamiento egocéntrico y el inicio del proceso de definición de identidad.
Así, en todos los procesos de enseñanza-aprendizaje por los que pasa una persona, sería preciso tener en cuenta la etapa del desarrollo cognitivo en la que se encuentra, para poder adaptar estos aprendizajes a las características y particularidades de dicha etapa. Por otro lado, la adquisición de habilidades motrices presenta una periodización similar al desarrollo cognitivo, ya que tiene lugar desde el nacimiento de una persona y abarca un amplio periodo de tiempo que culmina en la adolescencia. Durante este proceso, hay que saber adaptar las diferentes tareas a las capacidades y necesidades de cada uno, tomando siempre como base las aportaciones de la literatura científica al respecto.
Según diferentes autores, los patrones motrices básicos se desarrollan 1 año después del nacimiento. A continuación, durante el periodo comprendido entre 1 y 2 años, se desarrollan los patrones motrices elementales (locomotores y manipulativos). Entre los 3 y los 6 años de edad, la persona desarrolla las habilidades perceptivas. En la siguiente etapa, entre los 6 y los 8 años, se desarrollan las habilidades básicas. Seguidas de las habilidades genéricas entre los 8 y los 11 años, de las habilidades específicas entre los 11 y los 14 años y de las habilidades especializadas de los 14 años en adelante.
1.2 - Habilidades motrices básicas
Las habilidades motrices básicas son comportamientos motores fundamentales que evolucionan a partir de los patrones motrices elementales. Tienen su fundamento en la dotación hereditaria, son aquellas habilidades comunes a todos los seres humanos por estar representadas en su dotación genética (Trigo, 2000). Para su desarrollo y mejora, se apoyan en las capacidades perceptivo-motrices, evolucionando con ellas. Las habilidades motrices básicas son fundamentales para el desarrollo de la motricidad humana y son la base de cualquier aprendizaje motor posterior. Se trata de pautas motrices que no tienen en cuenta la precisión, ni la eficiencia. Estas habilidades y destrezas básicas comprenden aquellos movimientos que implican el manejo del propio cuerpo y aquellos en los que la acción fundamental se centra en el manejo de objetos (Godfrey y Kephart, 1969).
Movimientos centrados en el manejo del propio cuerpo
Se considera la habilidad básica más importante por ser la base y el sustento de la mayoría de habilidades. A través de los desplazamientos, los niños toman contacto, exploran y aprenden en el medio que les rodea, desarrollando sus capacidades perceptivo-motrices al tiempo que mejoran y perfeccionan los patrones de movimiento.
Desplazamientos en bipedestación (marcha, carrera), cuadrupedias (gatear, arrastrar, escalar, reptar), trepas, propulsiones en el medio acuático, transportes, deslizamientos, equilibrios (base de sustentación mayor o menor y fija o móvil, cambios en el centro de gravedad, etc.).
Patrón motor elemental que tiene su origen en los patrones locomotores elementales de la marcha y la carrera.
Exige mayores niveles de impulsión, de equilibrio y coordinación de movimientos más complejos.
Salvar obstáculos en longitud, altura y combinados, salvar obstáculos apoyándose, saltar para coger o asirse, saltar con carrera, saltar con un pie o dos, saltos sucesivos, etc.
A pesar de tratarse de una habilidad motriz básica, por sus características, son difíciles de insertar en los patrones motrices básicos.
Los giros pueden realizarse en constante contacto con el suelo, en suspensión, con agarre de manos, sobre distintos ejes longitudinal, transversal, anteroposterior).
Movimientos centrados en el manejo de objetos
Levantar objetos, transportarlos, etc.
Habilidades básicas que evolucionan a partir de patrones motrices manipulados como alcanzar, tomar, agarrar, arrojar y saltar. Teniendo como objetivo realizar lanzamientos con precisión y distancia, y con velocidad y precisión.
Recogidas, paradas, controles, despejes, combinaciones.
Movimientos centrados en protección-defensa
El paso de habilidades motrices básicas, que se desarrollan durante la infancia, a las de tipo específico, precisa de un proceso continuo de construcción en el que “la adquisición de cada habilidad es el producto de acomodaciones y modificaciones de habilidades adquiridas con anterioridad y que van construyendo el repertorio del individuo” (Castañer y Camerino, 1991).
Supone un salto cualitativo en el desarrollo motor y se asienta en las capacidades coordinativas y en los elementos perceptivos-motrices.
Se refieren a movimientos más elaborados y organizados, que tienen como finalidad desarrollar capacidades motoras y habilidades básicas para futuras prácticas de actividad física (habilidades específicas).
Deben trabajarse, tanto desde el aspecto cuantitativo (saltar más, correr más, etc.), como desde el aspecto cualitativo (explorar todas las posibilidades de salto, de desplazamiento, etc.).
1.3 - Habilidades motrices genéricas
Las habilidades motrices genéricas son la combinación de dos o más habilidades motrices básicas. Tienen su origen en las habilidades motrices básicas y suponen el apoyo para las habilidades motrices específicas. Se trata de habilidades comunes a diferentes modalidades deportivas que permiten dotar al alumno/a de una motricidad variada y global:
Bote - Golpeo - Conducción - Finta - Parada/Interceptación - Pase
Las habilidades motrices específicas son las habilidades motrices propias de cada deporte y que, por tanto, tienen un uso casi restringido a esa situación motriz: salto de atletismo, lanzamiento de baloncesto, etc. En base a todo lo expuesto anteriormente, Bompa (1999) proponía la siguiente periodización en el entrenamiento de un niño en función de su edad:
- 0 a 15 años: desarrollo multilateral.
- 15 a 19 años: entrenamiento especializado.
- 19 años en adelante: alto rendimiento deportivo.
Las tareas propuestas deben resultar motivantes para el alumno, resultando de gran utilidad las formas jugadas. Como norma general, a la hora de establecer una progresión de tareas deberemos seguir 3 premisas: de lo general a lo específico, de lo simple a lo complejo y de lo conocido a lo desconocido.
Partiendo de esta base, se podría decir que el objetivo de la formación deportiva inicial debe ser favorecer el desarrollo del control motor facilitando la relación del niño con su entorno (Blázquez, 2001). Para lograr este objetivo desde el punto de vista de la iniciación deportiva, es necesario proponer diferentes tareas que se adapten a la etapa de desarrollo, tanto motriz, como cognitivo, en la que se encuentra el alumno. Por ello, durante las etapas comprendidas en el periodo de 0 a 15 años, el trabajo debe tener un enfoque multideportivo, orientado al desarrollo multilateral de las habilidades motrices básicas y genéricas.
1.4 - Habilidades motrices específicas
Las habilidades motrices básicas son comportamientos motores fundamentales que evolucionan a partir de los patrones motrices elementales. Tienen su fundamento en la dotación hereditaria, son aquellas habilidades comunes a todos los seres humanos por estar representadas en su dotación genética (Trigo, 2000). Para su desarrollo y mejora, se apoyan en las capacidades perceptivo-motrices, evolucionando con ellas. Las habilidades motrices básicas son fundamentales para el desarrollo de la motricidad humana y son la base de cualquier aprendizaje motor posterior. Se trata de pautas motrices que no tienen en cuenta la precisión, ni la eficiencia. Estas habilidades y destrezas básicas comprenden aquellos movimientos que implican el manejo del propio cuerpo y aquellos en los que la acción fundamental se centra en el manejo de objetos (Godfrey y Kephart, 1969).