Fernando Mendiguchía Olalla
Técnico Superior de Baloncesto
ENTRENAR DESDE Y PARA LA EMOCIÓN. LA DIFERENCIA ENTRE DIRIGIR Y LIDERAR UN EQUIPO
“Siembra un pensamiento, cosecha un sentimiento. Siembra un sentimiento, cosecha una acción. Siembra una acción, cosecha un hábito. Siembra un hábito, cosecha un carácter. Siembra un carácter, cosecha un destino”.
Di con esta ‘proverbial’ cita leyendo el libro de Stephen R. Covey “Los 7 hábitos de la gente altamente efectiva” e inmediatamente la identifiqué con mi idea de lo que supone la labor de un entrenador -cierto es que muchas otras personas, incluido el propio Covey, la pueden llevar hacia otros terrenos de juego no necesariamente deportivos, resultando igual y ‘altamente efectiva’ para cualquiera que, de alguna manera u otra, debe tomar las riendas de su propio diálogo interior, liderar el trabajo de un equipo o guiar el proceso educativo de su ‘clase’, por visualizar algunos claros ejemplos-.
Esta forma de concebir la tarea de entrenar deportistas me ha llevado a reflexionar -de un tiempo a esta parte- sobre los tipos de perfiles desde los que se suele desempeñar esta apasionante ‘vocación’ -ya sea de forma totalmente altruista, o más o menos profesional-.
A veces por falta de formación y/o experiencia, otras tristemente por libre elección, podemos optar por ocupar una posición de poder, entendiendo que el hecho de ser designado responsable de los designios deportivos de un grupo de jugadores justifica cualquier tipo de medio para lograr el fin perseguido.
Se responde al perfil de la autoridad que, en la mayoría de las ocasiones, esconde falta de conocimientos y recursos específicos, que bien pueden ser sustituidos por unos cuantos ‘castigos’, otros muchos gritos y faltas de respeto varias.
En el otro extremo de nuestra decisión metodológica se posiciona el perfil de la credibilidad. Una fórmula magistral compuesta, en proporciones iguales, por varias competencias: Saber / Saber Hacer / Saber Cuándo Hacer / Saber Transmitir Por Qué Hacer / Querer.
Esta ‘pócima mágica’ supone la consistencia del ‘qué’, la confianza del ‘cómo’ y la credibilidad del ‘por qué’. Un compromiso con la formación, la información, la comunicación y la emoción.
Es una cuestión de ACTITUD -esa que siempre demandamos al deportista sin reparar en cómo está siendo nuestra oferta particular al respecto-.
En este ejercicio reflexivo, después de haber sucumbido en ocasiones a la tentación de estar en el adictivo rol del entrenador ‘poderoso y autoritario’, he preferido atender al recomendable consejo de no ‘copiar y pegar’ modelos mediáticos (esos que en el mundo de las redes sociales algunos divulgan como ‘sonidos del banquillo’ y que siempre contienen un rosario de broncas de tipos duros con corbata/chándal, según la estética de cada modalidad, que encandilan a aficionados y aspirantes a entrenador, ávidos de testosterona y escasos de conocimiento) para desarrollar un perfil propio más ‘creíble’ que tenga cierta capacidad de ser adaptado al grupo de trabajo de cada temporada y a sus diferentes características y circunstancias.
Partiendo de la citada ‘fórmula magistral’, y por casualidades de la vida personal que no vienen al caso, elijo el perfil que denominamos “ALBA” (y hablo en plural, porque en esto algo tiene que ver mi hija, cuyo nombre es fácil de adivinar, dedicada a aquello del desarrollo de los Recursos Humanos o los Humanos con Recursos, que de eso se fundamentalmente trata también entrenar).
ALBA es el acrónimo de: Actitud / Liderazgo / Base de Conocimiento / Aptitud (mi hija también lo es… o eso prefiere creer su padre).
La base de conocimiento y la aptitud, reflejan la consistencia del ‘qué’ y la confianza del ‘cómo’. Consolidan los pilares del saber entrenar a través del compromiso con uno mismo: aprender, planificar, evaluar; y con los deportistas: enseñar, practicar, corregir, desarrollar. Conocer y convencer. Con esos dos factores se puede ejercer dignamente la dirección de un grupo.
Para poder cosechar lo que actualmente pienso que debe ser el destino de todo entrenador que se precie, hay que tratar trascender del nivel ‘entrenar’ al nivel ’emocionar’ que, igualmente, implica un trabajo personal: actitud, valores, inteligencia emocional; y otro compartido: motivar, enfocar, formar, transformar, influir. Con ello, además de dirigir conseguiremos liderar.
Debemos ser conscientes, quienes aspiramos a liderar un grupo de atletas (se me acaban los sinónimos para evitar las reiteraciones) qué en nuestro desempeño como tales, todo lo que hacemos comunica: nuestra forma de transmitir o de hablar por hablar; de escuchar o simplemente de oír; de gesticular para reforzar o para ridiculizar; de actuar con coherencia o cual veleta.
Como se ha podido comprobar en el estilo de ‘comunicación’ de este artículo, hay cierto abuso de las ‘comas’ para enlazar unas ideas con otras, complicando muy posiblemente el ejercicio de comprensión del lector. Esa certeza, inherente a mi forma de compartir mis limitados conocimientos, también me ha llevado a proponerme un modelo de comunicación con los jugadores: “SINCOMAS” como acrónimo de: Sinceridad / Complicidad / Asertividad.
Hablarles sin dobleces, diciendo equilibradamente lo que se quiere oír y lo que no, en el momento apropiado y el lugar adecuado; desde una posición empática, esforzándose por conocer, aportar y aceptar. Influir para convencer no para vencer, no es necesario apagar la luz de los demás para que brille la nuestra.
Alguien tan autorizado en el mundo de los banquillos como es el entrenador NBA de los ‘Spurs’ y seleccionador de los Estados Unidos, Gregg Popovich, dejó esta otra cita que bien puede servir para decir, en menos espacio, lo que yo he querido expresar: «Lo más importante para mí es descubrir cómo es cada individuo. No conoces a estos chicos antes de venir con nosotros y tienes que descubrir con qué tipo de personalidad tratas… Aprendes a entender a la gente y a formar opiniones sobre quién encajaría en qué situación. Para mí, eso es lo más divertido, la parte emocional. Todo el mundo conoce el talento deportivo de los jugadores, pero para mí, lo más importante es conocer quiénes son. A veces dejarles jugar, dejarles ser, es más importante que ser el señor entrenador».
En su día recibí otra aportación familiar relacionada con todo esto: «Y si en vez de entrenar bajo presión, pruebas a hacerlo bajo pasión».
Ahora, que ya pinto canas, en vez de a entrenar me dedico a escribir, para que a quien le motive este modelo lo trate de poner en práctica: Entrenar para emocionar. Un reto apasionante.