Editorial
D. Revista del Deporte Escolar de la Diputación de Almería
DISTINGUIENDO ENTRE COSTES, PRECIOS Y BENEFICIOS
Mucho se ha escrito sobre el debate “precio y valor”; sobre la importancia del ¿cuánto vale? y el ¿cuánto cuesta? un producto/servicio. Plumas ilustres como las de Oscar Wilde y Antonio Machado, por ejemplo, dejaron ya negro sobre blanco aquello de “Hoy en día, la gente conoce el precio de todo, pero el valor de nada” uno; o “solo el necio confunde valor y precio” el otro. No se pretende, por tanto, en estas líneas ser especialmente originales, pero sí aprovechar la todavía vigente disertación sobre la diferenciación entre costes, precios y beneficios para, en este caso –redundantemente- “poner en valor los valores” del deporte en edad escolar
Desde diversos sectores sociales y económicos se viene llamando a la reflexión al respecto, otorgando prioridad a uno u otro concepto según el color del cristal que se prefiere utilizar, acogiéndose a la conocida como “Ley Campoamor” en la que, la no menos insigne pluma de Don Ramón, dictaminaba la relatividad de lo verdadero y lo falso en ese mundo traidor con el que toca lidiar en cada época – y la actual no tiene nada que envidiar a las que propiciaron tan altas citas-. Determinados veredictos sitúan las cifras en el centro de la dicotomía: lo económico delante de lo social, por ejemplo; de la misma manera que se defiende desde otros postulados la inversión de los factores – que en estos casos sí que pueden alterar el resultado-.
El mundo del deporte no ha sido ajeno a esta confrontación de rentabilidades a lo largo de los tiempos. De considerarse como un privilegio de clases acomodadas que se podían permitir pagar el acceso a determinadas prácticas deportivas, a pasar a convertirse en un derecho (hasta ahí perfecto) gratuito en toda circunstancia (aquí la cosa empieza a ser bastante más discutible). Según el péndulo oscilaba de un extremo a otro; los gestores deportivos – más que los responsables políticos – pusieron rumbo hacia la búsqueda del equilibrio sostenible mirando con las diferentes gamas cromáticas de lo social, lo deportivo, lo presupuestario y afortunadamente, cada vez más, lo medioambiental. El reto parecía ceñirse – sobre todo cuando los estallidos de burbujas varias apretaron el cinturón a las administraciones- a hacer más con menos, a perseguir la autofinanciación de los servicios ofertados.
Se ha pasado de tener que predicar, hasta hace bien poco, la necesidad de poner precio a lo que parecía, desde una perspectiva distorsionada, no tener coste; a reclamar y declamar cada vez en voz más alta: ¡el deporte vale más que lo que cuesta! Cuestiones que no deben estar, en ningún caso, en polos opuestos; y sobre los que conviene seguir haciendo mucha pedagogía.
Claro ejemplo de esta evolución lo podemos encontrar en el deporte en edad escolar. No son demasiado lejanos los tiempos en los que el anuncio, obligado por otra parte, de la aprobación de tasas para las escuelas deportivas de cualquier municipio, traía consigo una manifestación de protesta a las puertas de la casa consistorial de turno utilizando sin pudor, en vivo y en directo, a los jóvenes deportistas y a sus progenitores como muestra palpable del desagravio cometido y la insatisfacción generada. Agentes interesados, éstos últimos, que no parecían tener el mismo prejuicio a la hora de abonar la “academia” de inglés – pongamos por caso- salvando las justas y legítimas diferencias socioeconómicas personales y familiares.
Poco a poco, el panorama fue cambiando al respecto. La sociedad, en general, fue mutando su percepción del valor del hecho deportivo en estas edades – y de su extensión conceptual “de la escuela al deporte para siempre”-. La contribución que éste aporta a la formación y la salud integral del individuo, a través de la adquisición de hábitos deportivos y saludables desde las edades tempranas, y su posterior transferencia al resto de actividades vitales, presentes y futuras, es ya aceptada y reconocida como justificante del precio razonable y adaptado que, para cada circunstancia, el servicio deportivo ofrecido debe tener.
En el andar de este camino, no ha dejado de sorprender la “bien intencionada y autonómica” involución que pretendía volver al “deporte -gratuito para todos- en la escuela” como medida correctora de la todavía persistente “brecha deportiva” en este ámbito de práctica deportiva. De esa manera, se entraba en competencia directa con proyectos municipales de educación e iniciación deportiva como si se pudieran diferenciar dos sistemas deportivos escolares en una misma localidad. Utilizar el precio del deporte – en este caso, su ausencia- como gancho para llamar la atención hacia su valor, se antoja como una estrategia equivocada, entre otras cosas porque acaba redundando también en su coste, haciendo más precarios, entre otras cuestiones, los salarios a percibir por la prestación profesional de los servicios; afectando, en definitiva, a su calidad.
En aras de aportar algo concreto a la, referida anteriormente, labor pedagógica en esta materia, conviene cerrar esta editorial precisando las siguientes consideraciones:
El valor del deporte en edad escolar radica precisamente en ser potencial fuente de valores educativos positivos si se gestiona correctamente. Esta afirmación que parece ser ya universalmente aceptada, reforzada por la reciente consideración del deporte como servicio esencial, debe fijar claramente la percepción de utilidad que el “comprador” debe otorgar a los servicios que pretende adquirir para el beneficio de sus hijos, si hablamos en términos propios del marketing.
Éstos deben ser ideados, programados, divulgados y prestados con absoluta solvencia en cuanto a calidad y seguridad, independientemente de que se incluyan en una oferta de servicios pública o privada. Por tanto, en su producción deben contemplarse los costes necesarios, adecuados y suficientes desde su concepción hasta su finalización con criterios de eficacia y eficiencia. Gastos que deben ser debida y exhaustivamente conocidos y cuantificados, porque de ello depende el cálculo ajustado para la determinación del precio justo – si se permite el juego de palabras-. La cuantificación de costes es, además de conveniente, obligatoria para la administración pública antes de establecer las tasas o precios públicos correspondientes.; como conveniente precisa ser su financiación compartida entre entidades promotoras, prestadoras de servicios y destinatarios – llamémosles usuarios, clientes o simplemente ciudadanos- ejerciendo cada parte los derechos y deberes que le corresponden para garantizar su deseada “sostenibilidad 360º”.
Sí, además, este ejercicio es transparente mucho mejor para facilitar la comprensión de la ecuación de su valor percibido: Valor= Beneficio /Precio del deporte en general y del que practican los menores en su tiempo extraescolar, en particular. El deporte en edad escolar vale más de lo que les cuesta a las administraciones públicas promocionarlo – y generalmente les cuesta casi todo- y vale mucho más de lo que la ciudadanía suele pagar por disfrutarlo – aunque de un tiempo a esta parte el cambio en este sentido haya sido notorio. El resto está en gestionar con acierto para que el valor sea el mismo para todos y el precio justo para cada cual y sus circunstancias, ya que entre sus muchos beneficios también debe considerarse su aportación a la cohesión social y la igualdad de oportunidades.